El traje tradicional de la mujer candelaria es uno de los más originales de la provincia. Difiere bastante del traje charro y del traje albercano; a pesar de la proximidad geográfica de esta última zona.
La mujer candelaria ha sido muy adicta a su traje tradicional. Cuando el traje charro, a principios de este siglo, ya había caído en desuso y sólo se utilizaba en carnavales y fiestas patronales, ella lo seguía utilizando de manera habitual.
Ortiz Echagüe, en su libro "España, tipos y trajes , publicado en 1933, habla de los focos vivos del traje tradicional, es decir, de las únicas zonas de España donde este tipo de indumentaria se sigue utilizando. Estos focos vivos son: el valle de Ansó, en Huesca; Lagartera, en Toledo, y Candelario. Las causas que encuentra para explicar esta pervivencia son, según él, el amor a los hábitos y a las tradiciones, además de la perduración en estas zonas de telares primitivos y de la costumbre de su uso.
En el caso de Candelario, existe una clara adaptación, pues estos telares han desaparecido, utilizándose para la confección de los trajes los paños de la cercana Béjar.

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Traje típico masculino |
Traje típico femenino |
Fotos Traje típico |
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Vamos a describir en qué consiste este traje, haciendo referencia sobre todo al traje de gala, porque es donde mejor se manifiesta la imaginación popular.
El jubón de terciopelo brochado es de manga larga profusamente bordado con hilos de seda, la abertura de las mangas llega hasta el codo y se puede atar con unas amplias botonaduras de filigrana de oro.
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Sobre la falda o guardapiés, que es lisa y sin adornos, se coloca el manteo, una especie de falda abierta por detrás, cuya hechura está formada por cuatro grandes pliegues o candilejas. Está confeccionado con paño de Béjar. La parte de arriba suele ser de color verde y la parte baja, llamada "alrededor”, de otro color. Esta parte la bordan con hilos dorados y de seda. El borde de esta falda está rematado con el repulgo, banda de terciopelo negro que remata el borde de la falda y las aberturas. El manteo se ata a la cintura con una banda de seda, que se amida en forma de lazada por la parte delantera. La tradición exige que la falda caiga en un pliegue por delante, acampanada a los lados y lisa por detrás. Esta distribución de los vuelos se consigue mediante unas almohadillas rectangulares que se atan a las caderas. En la cadera derecha se lleva la faltriquera, confeccionada con satén brocado, terciopelo de color, bordado con hilos de seda y lentejuelas, y rematada con terciopelo negro. Se ata a la cintura con un cordón de seda y es una de las prendas más decoradas del traje. Dentro se guardan el abanico, el pañuelo y el dinero. |
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En los vestidos de gala no se utiliza el mandil. En el traje de media gala sí se utiliza esta prenda, que suele ser de satén, y de percal en el traje de faena.
Sobre el jubón. y cubriendo los hombros, se coloca cl serenero, otra de las piezas de este traje que exige una gran decoración. El serenero es un cuadrado de paño verde, si la mujer que lo lleva es una viuda, o amarillo si lo lleva una casada. Está bordado con hilos plateados, lentejuelas y toda suerte (le pasamanería, formando un diseño floral. Se forma de un percal estampado. Antes de colocárselo, la mujer recoge un pequeño pliegue que evita que se caiga de los hombros. Sus dos puntas están sujetas por delante con un rico broche. Tanto el broche como los pendientes son de oro, labrados y formando un dibujo floral. Las cuentas del collar también son de oro; del collar pende un aderezo de filigrana de oro y con incrustaciones de perlas y aljófar. El traje se remata con uñas medias de algodón, generalmente blancas y hechas a mano, y con unos zapatos de terciopelo negro y punteras de charol, adornados con unas grandes presillas, llamadas majuelas.
Podemos decir que lo más característico y llamativo de este conjunto es el peinado de la mujer. La candelaria se peina con cocas y con un moño largo e inclinado hacia adelante que se denomina "picaporte” . Sobre este moño existen cantares y coplillas como éstas: "Tengo tal hambre - tal hambre- que me comiera un jamón - y mordiera el "picaporte”- de ésa que está en el balcón”.
Del moño cuelgan anchas y lujosas cintas, bien de encaje, o bien de terciopelo brochado a modo de ínfulas sacerdotales.
Para ir a la iglesia, la mujer enmarca su rostro con un pañuelo blanco de seda y se coloca encima una especie de toca o mantilla de brocado terciopelo, que mantiene enhiesta el alto moño. Esta mantilla está rematada en una ancha cinta que llaman tirana, y termina por delante en un volante de encaje negro que cobija el rostro.
El traje de luto es, en líneas generales, igual al que acabamos de describir. Exige, eso sí, que el serenero sea verde y esté menos adornado.
Un pañuelo de seda negro se lleva atado alrededor del cuello, sobre una camisa o chambra de satén negro.
También es negra la faltriquera de terciopelo, adornada en este caso con hilos de seda negros, lo mismo que las lentejuelas, y con azabache.
El traje masculino representa una conjunción del traje de serrano, pastor y de ganadero. Es de paño negro, a excepción de una especie de chaquetilla de felpa, con solapas y punta cuadrada. Lo más destacable del traje masculino es una especie de gorrilla de alas tan pequeñas que casi parece una montera andaluza.
Texto realizado por: Ana Mª Fernández Ruiz.